Es difícil encontrar en la historia contemporánea un episodio como el que estamos viviendo en el cual la tecnología estuviera tan presente. Literalmente, sobre todo en épocas de cuarentena dura, las computadoras y sobre todo los celulares se transformaron en herramientas que nos permitían seguir nuestro ritmo de vida, aunque no pudiéramos salir de casa para protegernos de ese virus desconocido que nos cambió la vida para siempre. Y si antes los más chicos de la casa estaban pendientes de lo que sucedía en las pantallas, durante estos 18 meses tuvieron que acostumbrarse a que sería una herramienta que, incluso, les permitiría seguir en clases aunque no hubiera presencialidad.
Pero ¿Cómo entendemos lo que sucede dentro de esas máquinas que en teoría nos ayudan a vivir mejor? ¿Cómo funcionan PCs, notebooks, celulares y tablets? ¿Qué más se puede hacer con ellas además de jugar y estudiar? ¿Acaso nosotros mismos podemos crear herramientas informáticas que nos solucionen problemas cotidianos? En eso se basa una nueva vía de aprendizaje que gana cada vez más adeptos y a la que muchos ya le exigen un lugar dentro de la currícula educativa: la programación.
Genios como el fundador de Microsoft, Bill Gates, el de Facebook, Mark Zuckerberg, el creador de Twitter y Square, Jack Dorsey, o el fundador y CEO de Dropbox, Drew Houston, fomentan las enseñanzas de programación entre los niños. Algunos de ellos, como el mismo Zuckerberg, han subido videos a las redes sociales enseñándoles a programar a sus propios hijos. ¿Es posible esto en Argentina? ¿En Tucumán?
Matías Scovotti, es el CEO y cofundador de Educabot, una propuesta que busca llevar la programación a las escuelas, y que ya trabaja con ministerios de Educación en distintas provincias. “Hay algo que creo que es cada vez más claro, y es que la tecnología nos atraviesa en nuestra cotidianidad, cambia las rutinas a partir de diferentes tecnologías. Usar el GPS, Spotify, Netflix o redes sociales nos cambia el día a día, sobre con el uso masivo del celular. Aprender y entender cómo funciona esa tecnología, cómo se crean esas herramientas es muy importante: como personas, ciudadanos deberíamos conocer, pensando incluso el grado de libertad en nuestro mundo y para entender eso hay que entender cómo se crea. La ciudadanía digital hace que entender implica enseñar a programar”. le explica a LA GACETA desde Buenos Aires. “Hay otra parte muy importante que tiene que ver con la demanda laboral. Hay muchos puestos de trabajo que no se llegan a cubrir. La demanda excede a nuestro país, cada vez se necesitan más programadores”, agrega.
Pero, ¿para qué nos puede servir que nuestros hijos aprendan a programar? “Nos enseña a estructurar el pensamiento, nos ayuda a pensar de una manera más lógica, esto nos sirve si queres ser ingeniero, abogado o incluso a tu vida sentimental”, indica. ¿Y qué es programar, entonces? “Es enseñarle a una máquina o darle indicaciones, a través de ciertas indicaciones. El lenguaje que usan las máquinas no es el mismo que usamos nosotros, puede ser un celular, una computadora, un artefacto, cada una tiene un lenguaje distinto, y con la programación los aprendemos”, dice.
Y para eso, Scovotti sostiene que los chicos pueden aprender esto naturalmente. “Para ellos es más fácil. Aprenden jugando. A través de la robótica, y con ciertas herramientas, con una forma lúdica de aprender, entienden conceptos de computación. Son como esponjas, absorben todo el conocimiento”, aclara. Entonces, ¿estamos en condiciones de que los chicos entren en este mundo, a pesar de que pasan horas frente a las pantallas”, se le pregunta. Y Scovotti no duda: “hay quienes creen que la robótica e informática deben ser una materia fija y otros que sean materias transversales. No hay claridad todavía de cuál es el camino a seguir, si fuera una materia en sí misma aún no hay muchos docentes, no se llega a cubrir los puestos de trabajo. Lograr conseguir gran cantidad de programadores que quiera dar clases es muy complejo, en Uruguay contratan 600 docentes a distancia desde Argentina”.
El especialista agrega que “son pocos los programadores que se reciben en la universidad. Hay muchos cursos y te sirven para empezar a entrar al mercado laboral. Te los sacan de las manos a los que estudian, terminan los cursos y ya empiezan a trabajar. Además los programadores que tienen conocimientos de inglés tienen mucha salida laboral”. Según él, los ministerios de Educación deberían darle más importancia a esta nueva forma de aprender. “Hay que armar propuestas que impacten en la realidad”, dice. Y agrega: “cualquiera puede aprender programación, pero no cualquiera va a ser un buen programador. Hoy los chicos tienen mucha información a disposición. Antes para hacer una receta de cocina leíamos un libro. Hoy van a YouTube y tienen el video. Hay que desarrollar la capacidad del aprendizaje autónomo”.
“Yo creo que en Argentina estamos bien posicionados. Lo vemos en las competencias de robótica. Estamos en un país abierto en el área de programación y de robótica, pero hace falta inversión. En los últimos tres o cuatro mandatos en el país se apostó a la tecnología, más allá del signo político. Pero hay un tema en el que estamos atrasados que es el de la conectividad. Hay una cuestión de infraestructura en la que se debe trabajar más”, alerta. Y hablando de la programación, da el ejemplo de aprender a jugar ajedrez. “Te enseña a pensar cuatro movidas antes. Anticipamos los problemas”, finaliza.
Con Scovotti coincide en varios aspectos el ingeniero tucumano Nicasio Herrera, quien desarrolla cursos basados en el lenguaje Scratct, desarrollado por el MIT en Estados Unidos. “La programación es como la nueva alfabetización. Hoy los chicos tienen que saber leer, escribir y programar”, indica quien da cursos para chicos desde 8 años. “Van desde lo más básico hasta lo más complejo, con tres grandes ramas, la animación, los videojuegos y la robótica, todos comenzando con conceptos básicos de programación y de ahí a lo más complejo. Ellos rápidamente pueden armar sus videojuegos. Y entierra un mito: no es necesario tener conocimientos de matemática. “Nada, cero. Este lenguaje para ellos es como armar un rompecabezas, todo muy visual para los chicos, con bloques de colores que están diferenciados: movimiento, sonido y apariencia. Con una PC bastante básica les basta y les sobra”. Herrera sostiene que aprender a programar les abre la cabeza a los chicos. “Ante cualquier problema que se plantea tiene infinidad de pasos para llegar a la solución. Esto te da una base, te enseña a razonar distinto, no está necesariamente hecho para ingenieros, por eso va desde lo más simple a lo más complejo”, razona. Y al igual que su colega Scovotti cree que hay un paralelismo con el ajedrez.
“Aprenden jugando, les sirve para un montón de cosas, y sobre todo la escuela, ya que atraviesa la currícula educativa. Se puede usar en todas las materias”, dice. Y en ese sentido, lamenta. “No entiendo por qué no está instalado dentro de la currícula. Se hicieron pruebas piloto en colegios, pero no avanzó de ahí, y nosotros queremos que esto explote, que llegue al próximo nivel. Les abre la cabeza, tienen que verlo, hacen actividades que les gustan, se divierten y aprenden cosas muy importantes. Por ejemplo, los chicos no sabían qué eran las coordenadas, y lo entendían en pocas clases”. indica. “Falta difusión, por desconocimiento, por miedo a que los chicos estén todo el tiempo delante de una computadora. Pero no, están jugando, no los aleja de nada, no los convierte en un nerd ni nada por el estilo. Desde la lectoescritura esta es una herramienta muy poderosa, para abrir la cabeza de los chicos, para su futuro. Más temprano que tarde va a ser imprescindible y estaría bueno que esto se diversifique ya”, finaliza.
Qué pueden hacer los niños programadores
Beneficios de la programación
*Columna de Actualidad para La Crítica (7 de Noviembre de 2021)